Las manos de mi padre
están hechas
de tierra seca
y agua de acequia.
De puño de azada
y manojo de esparto
de un millón de surcos
de barro
secándose al sol.
Las manos de mi padre
nacieron viejas
cultivadas entre
fanegas de injusticia
y de miseria,
pero siempre supieron
plantarle cara a las lágrimas
con un golpe en la mesa.
Las manos de mi padre
no tienen destino en las líneas,
nunca existió el futuro
para quien lo ha de pelear
cada día...
Y aún así
las manos de mi padre
siempre huelen a
tomillo en el monte
y a frío en el alba
y siempre tienen
trigo en las palmas
y siempre bailan
con un fandango
de voz antigua y quebrada.
Por eso no entiendo que hoy,
en la comodidad distraída
de esta gran ciudad,
cuando la tierra hace
tiempo que yace olvidada
- pero sus dedos aun son
ramas de olivo -,
que hoy, haya reconocido
de repente sus manos
en el contorno de mis nudillos.
Las manos de mi padre están en mi.
2 comentarios:
Excelente poema, bien cincelado y de una temática que sobrecoge con el recuerdo del padre, héroe anónimo de todos los tiempos. Vale.
Un poema donde la poesía social es sabiamente imbricada en una historia en la que la ternura por el padre, que como tantos emigra del campo a la ciudad, prevalece y se pone de manifiesto en el descubrimiento íntimo de la herencia plenamente asumida. No he podido resistirme a en una fecha como hoy citarlo en http://laputtapoesia.blogspot.com.es/2012/02/las-manos-de-mi-padre.html
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