En el bar del Pi, en la plaza con el mismo nombre, hay un viejo piano. Está al fondo, en la planta que se hunde tras 4 escalones, en una esquina, arrinconado por mesas y clientes apiñados en tan minúsculo espacio. Es un piano viejo, de madera, castigado por los años, que hoy por primera vez escucho sonar. Lo toca, lenta y delicadamente, un hombre mayor. Las notas que se van poco a poco adueñando del local suenan también viejas y nostálgicas.
De repente he recordado que hace poco un amigo me dijo que las personas no pueden recordar el dolor físico. Me dijo, también, que nuestro cuerpo no nos lo permite porque si lo hiciese sentiríamos el dolor de nuevo con la misma intensidad.
Hoy he pensado que podemos, en cambio, recordar la tristeza vivida tiempo atrás, y de hecho, cuando lo hacemos, la revivimos de nuevo.
Nuestro cuerpo, es sin duda, más inteligente que nuestra mente.
2 comentarios:
Los recuerdos son selectivos, y por eso recreamos con más facilidad las experiencias placenteras. Es una forma de supervivencia grabada en los genes,supongo.
Sobrevivir es todo lo que nos queda.
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