Andas a la deriva
buscando una pupila
que acierte en ti,
que te susurre
que deberías llenar
tu casa de espejos,
porqué es luminosa y segura
y deberías también,
sentirte seguro tú.
Pero en lugar de eso,
a ti, te aterran los pasillos y
los recodos, y los gritos
sordos en la buhardilla.
... y aprendes a mirarte desde fuera.
Y será ahí, en mitad
de ese insensato cabotaje,
donde algún día te sorprenderá
una tormenta,
y todo el tiempo y el espacio
que has tenido,
se te alumbrará vacío.
Y aprenderás,
más tarde de lo que quisieras,
qué sólo tú,
eres tierra firme.
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